La prostitución siempre ha sido un oficio polémico, especialmente desde que la religión tomó el control de la moral en buena parte del planeta. Con la lujuria convertida en pecado, cualquier relación sexual que solo buscara el placer, y no la reproducción, empezó a ser mal vista. Desde los sacerdotes a los reyes y nobles, todos merecían la mayor de las castidades hasta que encontraban a la pareja con quien iban a pasar el resto de sus vidas. Sin embargo, el ser humano también es hipócrita por naturaleza, y mientras se hablaba de castidad y dignidad, muchos de ellos mantenían relaciones con amantes o incluso prostitutas. El oficio ha ido evolucionando a lo largo de los siglos, pero esa imagen marginal de la trabajadora sexual se ha mantenido, prácticamente en todas las épocas. Sin embargo, hubo algunos momentos en los que la prostitución era casi un servicio de lujo.
En la Paris de finales del siglo XIX podíamos encontrar numerosos burdeles, algunos dicen que más de doscientos, destinados a satisfacer las fantasías de los hombres. La mayoría de ellos eran regentados por exprostitutas, y llegaron a tener el apoyo del Estado, que les condecía licencias a cambio siempre de una parte del negocio. El gran boom que se vivió en la Ciudad de la Luz con estos locales también precipitó la aparición de muchos cabarets y negocios picantes. No eran estrictamente burdeles, pero en ellos también había mucho sexo y mucha sensualidad. Estos locales eran visitados de forma constante por artistas bohemios, que no tenían ningún problema en ser vistos allí. Tanto es así que, a principios del siglo XX, los cabarets de París eran el ejemplo del lujo absoluto para todo el mundo, y recibían a todo tipo de importantes personalidades. En aquel contexto tan concreto y especial que se dio hace siglo y medio se ubica la historia de Casa de la Tolerancia, una película francesa del año 2011 que refleja a la perfección cómo era la vida de las prostitutas en la París de aquella época.
Producción de la película
El cineasta francés Bertrand Bonello ya había llamado la atención de cierto sector del público con sus primeros filmes. Especialmente el segundo, El Pornógrafo, supuso una gran polémica por sus escenas de sexo explícito. Bonello nunca escondió su gusto por mostrar lo sexual y lo erótico en pantalla, como haría también en Casa de Tolerancia. Sin embargo, al contrario que otros directores franceses coetáneos, el contenido político y social de sus producciones era más evidente. Tras grabar algunos cortos a finales de la década de 2010, el director volvió al largo con L’apollonide, el nombre del propio prostíbulo que aparecía en la película. Se trataba de un local imaginario, pero basado en los locales reales que abundaban en la París de finales del siglo XIX.
Sinopsis
Casa de Tolerancia nos presenta la vida dentro de un prostíbulo francés en 1899. Nos sumergimos en la época de esplendor de este tipo de locales en la capital francesa, cuando eran tolerados por el propio estado, de ahí su nombre. El gobierno francés expedía las licencias para estos locales siempre con ciertas condiciones. Debían ser regentados por una mujer, habitualmente una ex prostituta. Debían ser lugares discretos, con una linterna roja en su fachada, para anunciar de su apertura. Todo esto se ve reflejado en el filme, dentro de L’apollonide, un lujoso burdel al que acuden hombres muy importantes de la sociedad parisina de ese tiempo.
Entre las chicas que trabajan aquí destaca Madeleine, un joven hermosa que sueña con salir de la vida de prostitución al casarse con uno de sus clientes habituales. Cuando expone este deseo en voz alta, el cliente pierde la cabeza y acaba golpeándola, desfigurándole la cara. A partir de ese momento, Madeleine ya no podrá trabajar como prostituta, pero eso no significa que pueda librarse de las cadenas del burdel. Marie-France, la madame del local, lo rige con mano de hierro, y aterra a todas las prostitutas, que son explotadas porque sus ingresos no llegan a cubrir sus numerosas deudas. La película nos muestra la vida en el burdel, con chicas jóvenes que han perdido toda esperanza y se enfrentan a problemas como las drogas, la violencia de los clientes o las enfermedades y embarazos no deseados. Una visión muy certera de una época esplendorosa en su forma, pero muy decadente en su fondo.
El sexo en la París de finales del siglo XIX
Al haber tenido lugar hace no tanto tiempo, el esplendor de los burdeles parisinos de finales del siglo XIX ha quedado más que documentado para ser estudiado posteriormente. Desde el arte y la cultura, con cuadros, novelas y demás, hasta estudios sociológicos sobre la época, y sobre cómo este tipo de locales suponía una válvula de escape para los artistas y prohombres parisinos. La mirada de Bonello se centra en las vidas de las prostitutas, que apenas llegan a rozar toda esa sociedad de lujo y elegancia de la que París presumía en aquel momento. No pueden salir del burdel si no es acompañadas de la madame, para mayor seguridad. Deben ser buenas con los clientes, a pesar de los alardes violentos de muchos de ellos.
Para la sociedad, de cara a la galería, los burdeles eran casi como centros sociales, muy lujosos y elegantes, con chicas preciosas llegadas desde toda Europa. La realidad en su interior era mucho más decadente, como se puede intuir ya en los primeros minutos de la cinta. Las chicas se ven obligadas en muchos casos a escapar de la realidad para no sufrir las consecuencias de su oficio. Sueñan despiertas con convertirse en las amantes oficiales de esos hombres, que solo las ven como un divertimento ocasional. Se aprovechan de ellas, pero su situación, al fin y al cabo, no deja de ser relativamente buena en comparación con otras muchas mujeres parisinas que ni siquiera tienen qué comer. Aquella época nos ha llegado como el súmmum de la libertad artística y sexual, pero evidentemente, también guardaba un lado más oscuro.
Recepción de la película
Casa de Tolerancia abrió el certamen oficial del festival de Cannes en 2011, un lujo para una película que tampoco contaba con grandes estrellas en su reparto. Consiguió numerosos elogios y fue muy bien recibida tanto por la crítica como por el público, como una representación fiel y muy intensa de la época. De hecho, se llevó varias nominaciones técnicas a los premios Cesar, los más importantes del cine francés. A día de hoy, Casa de Tolerancia sigue siendo considerada como la mejor película de su director, y una de las mejores en mostrar aquella época tan luminosa, pero también oscura a la vez, de la capital parisina. Una ciudad que destaca por su luz y por su elegancia, pero que intenta engalanar con lujo la decadencia de una sociedad que se pierde en divagaciones.