Hay películas que consiguen conectar de una manera muy directa con el público, pero no con la crítica. Curiosamente, esto se suele dar más en géneros como la comedia o el terror, que por desgracia siguen estando “mal vistos” por los expertos en cine. Como si el séptimo arte solo pudiera ser hecho por gente como Truffaut, Woody Allen o Billy Wilder. Está claro que, como en cualquier otra arte, en el cine también encontramos productos de mayor calidad y otros menos elaborados. Pero también es muy real que entre estos últimos hay películas y proyectos que consiguen enganchar al gran público. Porque no siempre tenemos ganas de ir a un restaurante de cuatro estrellas y comer un buen filete más caro que nuestra hipoteca. A veces, la comida rápida también es muy deseable. Y hay películas que nos dejan un gran sabor de boca porque sencillamente nos dan lo que prometen, que es justo lo que nosotros pedimos. Sagas como Crepúsculo, Fast & Furious o Cincuenta Sombras de Grey se han tenido que enfrentar a las inmisericordes críticas de la prensa especializada.
Eso sí, han recaudado mucho más que otros proyectos favoritos de los supuestos entendidos en cine, que muchas veces prefieren ver salas vacías pero con una buena película proyectándose. Al final, esto es una industria y los productores quieren ganar dinero para seguir haciendo más y más películas. Cuando un intérprete o un director congenia con el público, cuando le toma la medida al espectador sabiendo lo que desea, es mucho más fácil hacer filmes interesantes. Y luego ya habría que discutir si van a ser clásicos del séptimo arte o solo películas de consumo y disfrute. Porque no todo el cine tiene que parecerse a Ciudadano Kane, o inspirarse en Bergman y Scorsese. Hay películas que sencillamente buscan que el espectador se divierta y pase un buen rato, como la que traemos hoy, Deuce Bigalow. En realidad se trata de una bilogía, ya que tras el éxito de la primera parte, los productores decidieron lanzar una secuela, incidiendo en el humor que gastaba la original. Y es que si algo funciona, ¿para qué tocarlo?
Una saga protagonizada por Rob Schneider
Corría el año 1999 y las comedias de humor grueso, en las que había chistes soeces sobre sexo y otros tabúes, parecían más de moda que nunca. El tremendo éxito de American Pie había devuelto a la vida un género conocido en el mundo anglosajón como Raunchy Comedy, y en Hollywood estaban dispuestos a aprovecharlo.
El actor Rob Schneider se hizo cargo de este proyecto, creando el guión y protagonizando una cinta hecha a su medida. Mike Mitchell fue el encargado de ponerse tras la cámara, firmando un debut muy correcto. La película apareció a finales de 1999, en plena época navideña, y a pesar de no ser precisamente cine familiar obtuvo una gran acogido por parte del público, aunque fue destrozada por la crítica. La saga, compuesta por dos películas, es muy recordada por los amantes del género.
Deuce Bigalow
Deuce es un joven poco atractivo que tiene una vida insulsa y triste. Como no es capaz de conseguir mujeres, decide implicarse al máximo en su trabajo como limpiador de acuarios. Tras un lamentable suceso, es despedido y tiene que buscar un empleo desesperadamente. Es así como conoce a Antoine Laconte, un millonario gigoló argentino que le pide que cuide a su pez enfermo mientras él está fuera en viaje de negocios. Deuce acepta el trato para conseguir el dinero, pero por su torpeza, termina rompiendo el valioso acuario de Laconte. Temeroso de que el gigoló pueda hacerle daño al volver, busca la manera de conseguir el dinero suficiente para arreglar la gigantesca pecera.
Y es así como es convencido por el amigo del propio Laconte para hacerse pasar por él y trabajar como gigoló en su ausencia. Al ser un trabajo relativamente sencillo, Deuce acepta, desesperado por obtener el dinero… y de paso, tener alguna que otra relación con mujeres. Sin embargo, se da cuenta de que la mayoría de clientas son chicas peculiares, que tienen algún que otro defecto que las hace indeseables para la mayoría de los hombres. Aunque no llega a tener relaciones sexuales con ellas, Deuce las ayuda a mejorar vitalmente, y con sus consejos, se gana su confianza. Es así como consigue no solo el dinero para el arreglo de Laconte, sino también un cambio en su propia vida, mejorando su amor propio y su autoestima. El éxito de esta película fue enorme en todo el mundo, generando más de 100 millones de en taquilla y siendo muy popular en los videoclubs.
Gigolo Europeo
Con un éxito como este, los productores no tenían muchas dudas a la hora de crear una secuela que permitiera seguir expandiendo la historia de Deuce. Aunque tardó en llegar, dada la popularidad que estaba alcanzando Schneider, Deuce Bigalow: Gigoló Europeo se estrenó en 2005 y supuso un nuevo éxito dentro de esta saga. Nuestro protagonista, ahora convertido en uno de los mejores gigolós del mundo, asiste a una conferencia en Europa en donde se reúne con otros profesionales del gremio. Allí comienzan unos crímenes sangrientos en los que parece que un asesino está matando a gigolós por toda Europa. Ahora Deuce debe resolver el crimen.
No será fácil, ya que tendrá que lidiar también con clientas que buscan la máxima satisfacción por su parte, y con otros colegas envidiosos de su fama. En esta segunda película, Schneider profundiza en ese personaje del gigoló accidental de buen corazón que tan buenos resultados le dio en la original. A pesar de que tuvo una buena acogida en la cartelera y en los cines, la crítica destrozó de nuevo el filme, con algunas reseñas innecesariamente agresivas. Aquello supuso el fin para la franquicia, aunque su llegada a los nuevos servicios de streaming ha conseguido revalorizarla dos décadas después. Este humor ya no es el que se lleva actualmente, pero todavía hay muchos nostálgicos que han crecido y disfrutado de estos filmes, y no quieren que se pierdan por unas malas críticas.
La comedia antes que el realismo
La saga Deuce Bigalow no es más que una visión en tono jocoso de la profesión de gigoló, bastante denostada y desconocida por el gran público. Aunque hemos visto filmes como American Gigolo, que tratan de acercarse de la manera más fidedigna posible a este trabajo, Schneider tenía claro que lo suyo era una parodia. La comedia estaba muy por encima de la intención de reflejar cómo era la vida de un auténtico prostituto.
Y es que los trabajadores sexuales masculinos están marginados incluso dentro de su propio oficio, ya que no obtienen siquiera la visibilidad que sí que tienen sus compañeras. En una película como esta, donde el humor es grueso, no podemos esperar un análisis de las causas por las que los hombres se dedican al sexo como oficio. Sin embargo, la relación de Deuce con sus clientas sí que deja entrever una necesidad de muchas mujeres no por el sexo en sí, sino por obtener cariño y confianza por parte de un hombre.