Publicado el 8 de agosto de 2018 por Demian Vega
Cualquier escritor medianamente competente de cine o teatro debe tener grabado a fuego una máxima fundamental a la hora de desarrollar sus personajes, y es que estos se definen por aquello que hacen y no por aquello que dicen. O lo que es lo mismo, las personas se definen por su acciones más que por sus palabras, y esto incluye actos concretos, pero también se refiere, en gran medida, a la expresión corporal.
En una comedia juvenil, por ejemplo, podemos definir de un plumazo las personalidades de todos los personajes con solo verlos unos segundos. Esto está basado en parte en los arquetipos que ha definido el género, sí, pero también en gran medida viene determinado por su lenguaje no verbal. De esta forma será fácil identificar al líder de los más populares del instituto, que será alguien que camine firme, con mucha seguridad y que mire con superioridad a los demás. En el otro bando estarán los novatos, que miraran constantemente hacia abajo, se moverán con mucho cuidado, intentando no chocarse con nadie, con torpeza y visiblemente nerviosos.
El lenguaje corporal como forma de identificar rasgos de personalidad
Por lo comentado anteriormente, este concepto es fundamental a la hora de presentar a un personaje. Una forma muy elegante de hacer entender al espectador con qué tipo de persona se va a encontrar es mediante el uso del menor número de palabras posibles. Dicho de otra forma, los verdaderos expertos en el lenguaje cinematográfico son capaces de mostrar la personalidad de alguien sin la necesidad de que abra la boca. Por ejemplo, en Wall-E, no hay diálogos hasta pasada la mitad de la película, y no nos hacen falta para entender la personalidad del simpático robot. En El Padrino, por otro lado, Vito Corleone escucha como le proponen matar a alguien mientras está sentado muy tranquilo acariciando un gato, para luego mostrarse reflexivo y algo molesto con la propuesta, que termina aceptando. Todo esto nos revela muchísimo sobre su personalidad, y entendemos que, a pesar de un hombre frío que se dedica al crimen, se rige por unos códigos muy firmes.
Todo esto que hablamos se hace más evidente si tenemos en cuenta que hasta 1929 no llegó el cine sonoro, y los actores tenían que expresar absolutamente todo a través de sus gestos y sus movimientos. Basta con revisar la filmografía de Griffith, Eisesnstein o Chaplin para comprobarlo. Aunque no hay que irse tan lejos, en recientes obras como The Artist o la española Blancanieves, en lo que parecía un renacimiento del cine mudo, podemos también comprobar como casi todo el peso emocional recae en la expresión corporal. Estos actores era expertos en comunicar con una mirada o un movimiento emociones e ideas de una forma magistral. Durante muchos años, los pioneros del cine renegaron del sonoro. Hay quien piensa, incluso hoy en día, que toda la fuerza debería estar siempre en las imágenes, y que lo diálogos deberían quedar reducidos al mínimo.
La comunicación no verbal como recurso para remarcar la evolución de la historia
La expresión corporal verbal también es muy importante para remarcar el arco argumental de una película, y poner el énfasis correcto para remarcar lo que sucede. Pongamos un ejemplo muy claro de esto. En la película Frost/Nixon, se relata la histórica entrevista que el presentador David Frost realizó a Richard Nixon poco tiempo después de que este abandonara la presidencia de los Estados Unidos.
En esta película, que se basa en algo tan de diálogo como una entrevista, vemos la importancia de la expresión corporal en el cine. Al comienzo, Nixon está convencido de que será el lugar ideal para volver a la vida política, ante la inexperiencia de Frost. El ex presidente está seguro, responde con firmeza y se muestra muy cómodo, mientras que su entrevistador, por el contrario, se muestra nervioso, le tiembla la mano, está inseguro en las preguntas y, por lo tanto transmite duda. Esto lo capta su “rival” y se hace más fuerte.
Como vemos, en este caso, un personaje aprovecha la debilidad que transmite el otro por su lenguaje corporal. No obstante, todo va evolucionando hasta que al final las tornas se cambian. Finalmente, Nixon es acorralado por Frost y se hace con el control. En ese momento, el primero se muestra derrotado, su mirada es triste y la posición corporal ya no es cómoda ni segura como en un comienzo. Por otro lado, Frost está muy tenso, sabe que ha ganado y está expectante ante lo que afirma su entrevistado. Está erguido, con los ojos muy abiertos y prestando toda su atención mientras escucha como Richard Nixon admite que su vida política está acabada.
En definitiva, y como sucede en la vida real, es mucho más importante los que comunicamos a través del cuerpo, que lo que decimos. Decía el experto en psicología Albert Mehrabian que “cuando las acciones contradicen las palabras, la gente confía más en las acciones para inferir los sentimientos del otro” y esto, en un arte como el cinematográfico, se cumple con exactitud.